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—El grito atronador hizo fruncir el ceño a Su Yiren.
—Antes de que Su Yiren pudiera levantarse, la persona que gritaba le dio patadas y escupió mientras decía —¡No me asustes! Tú vagabunda sin techo, no duermas en las calles. Si te veo aquí otra vez, ¡te romperé las piernas! ¡Piérdete! ¡Vete ahora! Estás obstruyendo mi limpieza.
—Su Yiren se levantó precipitadamente y se deslizó a un callejón bajo la mirada vigilante del hombre que sostenía la escoba.
—No era la primera vez que un limpiador regañaba a Su Yiren por dormir en las calles de la Federación de la Madera Divina.
—En la Federación de la Madera Divina existía un sistema de castas, y el apedreamiento de una vagabunda como ella solo se veía como una forma de entretenimiento.
—Sin embargo, solo podía soportarlo en silencio.
—Su Yiren sintió que todas sus heridas habían sido sanadas, incluidas las ocultas.
—Además de su alma, su cuerpo ahora estaba lo más sano que podía estar.