Aproximadamente a las seis de la tarde, Qiao Xi todavía estaba apoyada perezosamente en el sofá y jugando videojuegos. El banquete familiar comenzaba oficialmente a las siete. En ese momento, la gente había comenzado a llegar y tomarían sus lugares. Solo empezaría oficialmente cuando todos estuvieran presentes.
Qiao Xi jugaba el juego sin prisa, sin la menor intención de irse. Al segundo siguiente, Xia Yunlou llamó.
Xia Yunlou estaba muy impaciente, y su tono estaba lleno de ira. —¿Sabes qué hora es? ¿Dónde estás?
Los dedos de Qiao Xi se movían ágilmente en la pantalla mientras decía casualmente, —Oh, de repente no quiero ir más.
Estas palabras casi hicieron que Xia Yunlou vomitara sangre de la ira. Apretó los dientes y gritó, —¡Qiao Xi! ¡Estás jugando! Tantos ancianos están esperándote. ¿Qué derecho tienes para no venir?
