Yao Mengqing se veía agraviada. Las lágrimas fluían lentamente por su rostro.
Lin Jie se sintió indignado.
—Mengqing no plagié tu trabajo. Solo estaba usando tu trabajo como referencia. ¿No puede hacer eso? Tiene la marca internacional, Sol, a su nombre. ¡También es muy poderosa! —la alta figura del hombre le hacía parecer un dios. Su guapo rostro estaba calmado y también sus ojos.
—¡Je! —Gu Zheng se burló, sus ojos profundos—. Gu Zheng se sentó frente al escenario, y todos rápidamente se pusieron de pie para cederle sus asientos. Nadie se atrevía a sentarse en la misma fila que el Presidente Gu. Incluso si él no estaba enfadado, nadie podía soportar el aire frío a su alrededor.
Todo el mundo contuvo la respiración. Esta poderosa presión era asfixiante.
Lin Jie se armó de valor.
—Qiao Xi es en verdad muy poderosa, pero Mengqing también es capaz. Ella...
—Pero...