Cuando eran las once y media, Shen Yan ya no podía mantener los ojos abiertos, y se recostó en el hombro de Fu Hang.
Al ver esto, Jiang Jing hizo una pausa y preguntó suavemente:
—¿Yanyan se durmió?
Fu Hang inclinó su cabeza y miró a Shen Yan, que estaba apoyada en su hombro. Dijo suavemente:
—Se ha dormido.
Mientras hablaba, Fu Hang sostuvo con cuidado la cabeza de Shen Yan para que se sintiera más cómoda. Dijo:
—Tío, Tía, la empresa ha estado bastante ocupada estos días. Quizás Yanyan esté agotada. ¿Por qué no la llevo de vuelta a su habitación?
Shen Kun estaba a punto de levantarse para llevar a Shen Yan de vuelta a su cama cuando Jiang Jing lo retuvo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que este tipo de cosas deberían ser hechas por Fu Hang.
Esta preciosa hija ya no era suya.
Con este pensamiento en mente, Shen Kun se sintió un poco incómodo. Giró la cabeza para mirar la televisión, pero desde el rabillo del ojo, estaba prestando atención a Shen Yan y Fu Hang.
