Dentro de un inmenso castillo oscuro, Zeke estaba en la sala del trono.
Su espada goteaba con la pegajosa sangre oscura de demonios. Muchos demonios habían sido masacrados y estaban dispersos en pequeños montones alrededor de sus pies.
Cerrando su mano en el cabello de un alto demonio, Zeke tiró fuerte y lo hizo mirarlo. Esa acción no solo significaba la sumisión del alto demonio, sino que efectivamente expuso la vulnerable área del cuello a Zeke. —Te advertí... nunca te atrevas a traicionarme, Duque. Pero mira lo que acabas de hacer. Ahora todos están muertos, todo por tu idiotez. Pensar que incluso lograste herir al Príncipe Gavriel. Encontraste su debilidad, ¿verdad?