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La risa de Zeres era histérica y vil. Sus ojos una vez claros y puros actualmente eran irreconocibles para todos los que lo habían conocido como amigo, y estaban horrorizados ante la locura que ardía con una luz profana en esos dos ojos que solían estar iluminados por la luna. La locura los había llenado, y parecía que nada podría jamás devolverlo a la cordura. El Zeres que conocían y por el que se preocupaban ya no existía. En su lugar estaba este brujo demente que era increíblemente fuerte e inmortal, invocando demonios de alto nivel del inframundo y haciendo lo posible por acelerar el fin del mundo.