—Abigail… —pronunció su nombre, con calma—. Sus ojos la miraban con una decisión aparentemente de acero: una decisión de alejar a esta chica lo más lejos posible de él.
Desde la noche en que la vio por primera vez en ese estacionamiento subterráneo, había sentido que probablemente era una chica bondadosa, gentil y virtuosa; un aura que parecía emanar. Lo discernió por la forma en que hablaba y sus interacciones: una pista de que podría haber vivido una vida protegida. Incluso apostaría que la criaron con valores sólidos y que se convirtió en una persona decente y compasiva. Esa es una de las razones por las que inicialmente la había apodado "corderito": simplemente emitía un aura de pureza similar a la nieve recién caída, un contraste llamativo con su propia naturaleza.