Me sentía como si estuviera entrometiéndome en un momento privado. Mi padre y mi madre se miraban el uno al otro, sin moverse. Simplemente mirándose, mi madre mirándolo con arrepentimiento y mi padre con un millón de preguntas brillando en su mirada, sin saber cuál hacer primero.
—Irene... —Mi padre habló con dificultad.
Mi madre cerró los ojos con fuerza y una sola lágrima rodó por sus mejillas:
— Lo siento.
—¡Estás viva! —Mi padre dijo con asombro en su voz.
—Lo siento, lo siento mucho, lo siento... —Mi madre intentó disculparse pero fue interrumpida cuando mi padre cruzó la habitación en tres largos pasos y tomó a mi madre por la cintura y estampó sus labios en los de ella.
¡Vaya, esto sí que era un momento privado! Pensé mientras salía rápidamente de la habitación y cerraba la puerta después de ellos.