PUNTO DE VISTA DE ARIANNE
Dos semanas después
Caminé por la húmeda y maloliente mazmorra, mis tacones sonando como susurros amortiguados contra el frío suelo de piedra. El aire estaba cargado con el aroma del sudor viejo y la podredumbre, y cada eco hacía que el lugar se sintiera aún más opresivo.
Los prisioneros se apretaban contra las barras de hierro de su celda, extendiendo dedos en forma de garras, pero no dejé que eso me detuviera. No les presté atención mientras caminaba hacia la celda al final de la prisión.
—¡Ábranla! —ordené al carcelero, quien no hizo preguntas y simplemente hizo lo que le pedí. La pesada puerta chirrió al abrirse, revelando la celda débilmente iluminada más allá.