PERSPECTIVA DE IVÁN
Tardé un rato en lograr que Arianne se durmiera. Lloró durante toda la noche, dando vueltas y gritando mientras se sujetaba el pecho. El sonido de sus llantos era ensordecedor y doloroso de escuchar. Intenté calmarla, pero sin importar lo que hiciera, siempre gritaba tan fuerte que me dolían los oídos.
—¡QUÍTAMELO! ¡QUÍTAMELO DE ENCIMA! —gritó, y sé que estaba hablando de las pulseras en su muñeca. ¡Habría dado cualquier cosa para quitárselas! Cualquier cosa, pero en ese aspecto, estaba indefenso. Todo lo que podía hacer era observar mientras lloraba y tiraba de su cabello. Eventualmente, no pude soportar más el dolor de verla comportarse así. Entonces, llamé a Madea.
Cuando Madea vio las pulseras en las muñecas de Arianne, inmediatamente reconoció lo que eran.