Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Aurora gruñó mientras se apresuraba a cruzar la habitación y agarraba al sirviente masculino por la garganta y lo arrojaba por la habitación como un muñeco de trapo. El sirviente masculino se estrelló contra la pared, deslizándose hacia abajo con un doloroso gemido en sus labios, pero Aurora aún no había terminado con él. Voló hacia él y llevó su rodilla hasta su cara. Escuché un crujido desde donde estaba, debe haberle roto la mandíbula.
—Su alteza, p...p...por favor —el hombre tartamudeó con sangre ya brotando de sus labios, pero Aurora estaba más allá de escuchar, supongo que todo lo que veía ahora era rojo.
Observé cómo ella se acercaba sigilosamente a él y lo agarraba por el cabello, sus garras ya extendidas. —¿Te atreviste a poner las manos sobre la esposa del Rey? —le gruñó, mostrando sus caninos.