A pesar de que el Emperador Demoníaco Oriental, Li Chen, había demostrado su compromiso con la justicia y la convivencia pacífica, la profunda desconfianza hacia su naturaleza demoníaca seguía siendo un problema en su mundo adoptivo. A medida que lideraba la lucha contra los demonios invasores y restauraba el orden en su tierra, algunos humanos comenzaron a sembrar la discordia y la desconfianza.
Estos humanos, temerosos de la presencia de Li Chen, conspiraron en su contra y lo acusaron de ser una amenaza para la humanidad. Aprovechando el miedo y la incertidumbre en tiempos de crisis, difundieron rumores y propaganda para convencer a otros de que el Emperador Demoníaco Oriental no podía ser confiable.
La traición de los humanos heridos por la desconfianza fue un golpe devastador para Li Chen. Había sacrificado mucho para proteger a su pueblo, y ahora se encontraba luchando no solo contra los demonios invasores, sino también contra sus propios compatriotas.
A pesar de la traición y las dificultades que enfrentaba, Li Chen no abandonó su compromiso con la justicia y la coexistencia pacífica. Siguió luchando por proteger a los inocentes y restaurar la paz en su mundo, incluso si eso significaba enfrentar a aquellos que alguna vez mostraron aliados.
La traición de los humanos no hizo más que fortalecer su determinación de demostrar que un demonio podía ser un defensor de la justicia y la paz. La lucha por la redención y la coexistencia pacífica continuaba, independientemente de los obstáculos en su camino.