—Gerente, cálmese primero —dijo Yang Luo apresurado—. ¿Qué quiere decir con que destruyeron sus consolas de juegos?
—¡Mire por usted mismo! —señaló el Gerente hacia el interior del arcade.
Yang Luo dirigió su mirada a lo lejos.
Como era de esperar...
Las ocho consolas de juegos dentro estaban todas destrozadas y completamente inservibles.
Las comisuras de la boca de Yang Luo se retorcieron. Miró a Ji Longyue y a los demás y preguntó:
—¿Qué está pasando?
—Hermano Yang, tú no sabes. Los personajes de esta consola de juegos son muy malos. Hay muy pocas habilidades. Cada ronda que jugaba, perdía. ¡Mejor entraría yo mismo a pelear! —dijo Ning Jianfeng enojadamente.
—¡Pero no pueden romper su consola de juegos! —se frotó la frente Yang Luo.
—Hermano Yang, ¿cómo íbamos a saber que esta consola de juegos es tan frágil? Solo le dimos unas cuantas bofetadas antes de que se rompiera —dijo Ji Longyue.
—…
