Ye Chen sabía que no podría aguantar mucho más. El Rey Sagrado del Loto Rojo rompería sus defensas tarde o temprano.
La derrota era solo cuestión de tiempo, así que tenía que pensar en una manera de contraatacar.
Ambas partes estaban paradas inmóviles, pero en sus mentes, ya estaban comprometidas en una feroz batalla.
Sus ataques eran muy afilados y no le daban a Ye Chen la oportunidad de tomar aliento.
La mente de Ye Chen no paraba de divagar. Solo quedaba un lugar sin tocar. Hizo todo lo posible por calmarse.
Cuanto más agitado estuviera, más fácil sería para su enemigo derrotarlo.
Ye Chen había pensado en muchos métodos, pero tenía demasiado pocos métodos y técnicas para usar el poder del alma.
—Si admites la derrota ahora, tal vez te perdone. —En ese momento, ella habló fríamente. Ye Chen no podía defenderse adecuadamente cuando se trataba del poder del alma.