—¿Por qué no? Estamos saliendo, ¿verdad? —Henry preguntó—. Quería que todo el mundo supiera que estaban saliendo, y quería dejar su marca en su cuerpo, para asegurarse de que ni Graham ni ningún otro hombre se atreviera a robarle.
No le importaba si Kate lo llamaba posesivo o infantil, pero sólo quería asegurarse. Quería calmar su corazón, así sabía que ella siempre sería suya, tal como él prometió que siempre sería de ella.
Pero no obtuvo la reacción que esperaba porque Kate intentó esquivarlo y dijo:
—No, Henry, no dejes una marca, al menos no la hagas tan obvia en mi cuello.
Henry dejó de besarla cuando Kate le reprendió. La miró con el ceño fruncido:
—Gatita, no estás trabajando en la oficina por ahora, deberías estar bien aquí.
—Pero tengo una reunión con Graham mañana, y será difícil de ocultar si la marca es demasiado obvia —se quejó Kate.
Como un trueno en un cielo despejado, Henry perdió toda su alegría de repente y preguntó:
