—Papá, ¿por qué estás aquí? —preguntó Matilda, con los ojos llenos de lágrimas.
Su padre la abrazó y al separarse, comentó:
—Estás absolutamente impresionante, pero falta algo: una tiara.
Matilda estaba encantada de ver a su padre, pero su observación la confundió. No había respondido a su pregunta inicial, así que volvió a preguntar:
—¿Qué quieres decir?
El general sonrió mientras Sabrina le entregaba una caja rosa. La abrió y reveló la tiara más exquisita que Matilda había visto.
Su corazón saltó, preguntándose si sus sospechas eran correctas. Preguntó, con la voz temblorosa:
—Papá, ¿qué está pasando? ¿Por qué tú...?
Sabrina puso una hermosa flor de novia en su mano, y el general enlazó su brazo con el de ella, con una sonrisa inalterable. No proporcionó ninguna explicación.
La guió por el pasillo con pasos suaves, Sabrina seguía de cerca.
—Devin tiene todas las respuestas a tus preguntas —dijo finalmente su padre, sintiendo su desesperación.