Robin llevó a Sabrina de vuelta a su oficina, aunque él no era el que estaba al volante.
Insistió en acompañarla hasta que llegaron a su lugar de trabajo.
—Te recogeré más tarde —dijo Robin, plantando un beso en la mejilla de Sabrina.
Sin embargo, Sabrina frunció el ceño y sintió la necesidad de recordarle,
—Robin, tengo que irme a casa esta noche.
De inmediato se arrepintió de sus palabras cuando vio que la cara de Robin se puso pálida, como si hubiera pedido algo impensable. Sabrina no podía entender su reacción.
Estaba claro para ella que este hombre estaba demasiado obsesionado con ella, como si ella fuera el mismo aire que él respiraba. Empezaba a asustarla.
A pesar de pasar una semana juntos, solo se habían complacido en caricias y besos, nunca llevando su relación al siguiente nivel.
Sabrina ocasionalmente atrapaba una mirada de deseo en los ojos de Robin, lo cual inicialmente atribuyó a sus lesiones cuando nunca intentó satisfacerlas.