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Trinidad
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La fuerza en mi cuerpo parecía desvanecerse rápidamente. Me tambaleé un poco, casi cayendo. Reece apretó su agarre en mí, sosteniéndome firme.
—Hemos terminado por hoy. Agradezco a todos por venir. Cuídense mis amigos —Reece despidió a la multitud—. Pude ver a la Tía Eva y a los demás, a toda mi familia, sonriéndome con amor y respeto en sus ojos.
Después de que la multitud se dispersó, los únicos que quedaron fuimos Reece, yo, Noé y mis guardias Vicente y Leslie. Reece me soltó y empezó a hablar con Noé. Sin su apoyo, sentí nuevamente cuánta fuerza había dejado mi cuerpo y lo débil que me estaba volviendo por los eventos de la noche. Me tambaleé de nuevo, esta vez más, casi cayendo. Vicente se apresuró a atraparme justo a tiempo. Noé y Reece se volvieron para mirarnos con sorpresa.
—¿Qué pasa? —preguntó Noé.