—Acababa de sentarme para leer un libro hasta el almuerzo cuando escuché un golpe en la puerta. Realmente me estaba distrayendo hoy.
—Pasa —dije.
—Hola —Junípero llamó mientras abría la puerta.
—Hola Junípero, ¿qué haces aquí? —le pregunté, confundida.
—Bueno, intenté llamarte, pero no contestaste —se rió—. Pero sé que no puedes ir a ningún lado, así que supuse que estarías aquí —se sentó en el sofá junto a mí.
—Sí, probablemente llamaste mientras me duchaba —le dije—. Te extrañé —dije, inclinándome para abrazarla. El movimiento causó un dolor agudo, haciendo que me retorciera.
—Trin, ¿qué pasa? —me preguntó Junípero.
—No te preocupes por eso —me reí—. No necesitaba que otra persona me interrogara hasta que descubrieran lo que hice.
—¿Te lastimaste de nuevo? Pero has estado en la finca todo el tiempo, ¿verdad? No te has ido —sonaba asustada.