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—Eso bastará —dijo el hombre mientras caminaba de regreso hacia donde la niña yacía en la playa—. El mensaje ha sido dejado. —Sonaba como una extraña mezcla de emocionado y enojado—. Supongo que realmente no había mucha diferencia entre las emociones cuando se desataban —añadió—. Oh, mira, esa perra por la que estabas esperando ya está aquí.
Con eso, hubo un pequeño gemido de Andrea. Todavía estaba viva, y no había nada que yo pudiera hacer.
—Oh, sí. Ella está aquí. Permíteme hacer algo que usualmente no hago. Aunque, recoger a alguien de la calle tampoco es lo que suelo hacer. Todos preferimos ser un poco más cuidadosos que eso —se reía, pero me ponía la piel de gallina—. No me gustaba para nada el sonido de la risa de ese hombre.