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Reece
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Bajé a desayunar al día siguiente con un paso más alegre. Entré y me senté sin decir una palabra.
—¿Qué es esa mirada? —Mamá me preguntó.
—¿Qué mirada? —respondí evasivamente.
—La sonrisa de 'gato que se comió al canario' que tienes. —Mamá me miraba con curiosidad.
—No sé de qué estás hablando. —intenté sonar lo más inocente posible.
—Sí, claro que no. —Mamá claramente no me creía.
Unos minutos más tarde, Abigail trajo nuestro desayuno a la mesa, pero Pequeño Conejito aún no había bajado.
—¿Dónde está Trinity? —Mamá preguntó, con un gesto de preocupación en su rostro.
—No la he visto. —respondió Abigail.
—Julia, ¿irá a averiguar qué la está reteniendo? —pregunté, quería ver a mi compañera antes de tener que irme.
—Sí, Señor. —respondió antes de salir apresuradamente de la habitación.