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—Muchas cosas han cambiado en nuestro hogar durante los últimos diez años o más. Todavía era dueño y operador de mi empresa, pero ahora era más una figura representativa en ella. Lo que solía hacer ahora era participar en el gobierno de nuestro reino. Mi Pequeña Conejita era la reina, la matriarca de nuestra sociedad. Era la que todos admiraban. Eso nunca iba a cambiar en absoluto.
Yo, por otro lado, era el rey. Yo era su segundo al mando. Y parte de mis deberes era tomar informes que llegaban de diferentes oficiales cada trimestre. Habría informes sobre el número de nacimientos, el número de muertes, nuevos poderes descubiertos, problemas que habían ocurrido. Era todo muy tedioso y aburrido la mayor parte del tiempo, pero nunca me quejé de ello. Si yo no hiciera esta parte del trabajo, entonces mi Pequeña Conejita tendría que hacerlo ella misma. O tendría que encontrar a alguien más que pudiera manejarlo por ella.