—No te preocupes. Para eso estoy aquí —dijo con calma.
En ese preciso momento, la puerta de mi habitación se abrió de nuevo. Habíamos estado tan ocupados hablando y tan centrados en lo que estaba sucediendo que no nos dimos cuenta del visitante que estaba subiendo las escaleras.
Bueno, quizás Reece sí se dio cuenta, ya que no parecía sorprendido en absoluto por las repentinas palabras o la interrupción de la conversación. Simplemente parecía feliz de que esta persona hubiera llegado. Y francamente, yo también lo estaba.
—¿Griffin? —lo llamé. Estaba contenta de ver a otra persona que me importaba tanto. Él era un gran amigo mío y de Reece. Había estado con nosotros desde que Reece y yo empezamos a estar juntos. Siempre estaba allí cuando necesitaba algo para ayudarme a sanar o para ayudar con los bebés. Era el mejor médico del mundo entero. Sin mencionar que era uno de los amigos más antiguos de Reece.