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Trinidad
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Hécate solo le quedaba una cabeza. Esta iba a ser la última parte de la batalla. Esta sería la parte que lo terminaría todo. Finalmente, podríamos acabar con toda esta odisea. Finalmente, podría regresar a casa. Y, curiosamente, todo gracias a mi padre había podido hacer todo esto. ¿Quién lo hubiera pensado que estaría trabajando con él de esta manera? ¿Quién hubiera imaginado que Gannon Cornelius Edmond podría ser confiable y en quien se puede depender así? Yo jamás lo habría pensado. Ni por un segundo.
Mientras pensaba en estas cosas que básicamente consideraba imposibles, veía que Hécate se estaba enfureciendo más que antes. Sus alas golpeaban más y más rápido mientras flotaba en el aire sobre el pasillo.