—Las cosas iban mejorando poco a poco con Reece. No conseguía verlo todo el tiempo, debido a su apretada agenda, pero durante la temporada festiva tenía mucho tiempo libre. El día después de Navidad me llamaron a su oficina para tener una reunión con él y Michael, el anciano. Sabía que era para la próxima reunión de luna llena. Hubiera pensado que ya tendrían esta reunión, ya que solo faltaban tres días para ello.
—Cuando entré, lo primero que noté fue que mi silla habitual no estaba. Bueno, en realidad no había desaparecido, solo estaba movida. Estaba al otro lado del escritorio de Reece, a pocos pies del suyo. Me preguntó si los Ancianos no les gustaba la distancia que él estaba manteniendo entre nosotros.
—Trinidad, mi querida Luna, ¿cómo estás niña? —Michael me preguntó con su típico tono condescendiente exagerado. Sé que no quería decir nada al respecto, pero si hubiera tenido un lobo, mis pelos se erizarían al oírlo cada vez.