—Reece.
—Talia no había parecido realmente molesta hasta este preciso momento aquí —pensé—. ¿Debería preocuparme? ¿Debería sentirme molesto de que hay personas muertas hablando con mi pequeña niña? ¿Me serviría de algo si me enfadara? ¿Ayudaría a alguno de nosotros ahora si me asustara? ¿Beneficiaría a mi pequeña Talia si actuara como si esto fuera algo malo o algo de lo que avergonzarse?
—Las respuestas a las tres preguntas eran las mismas. ¡No! No, no me serviría de nada enfadarme. No, no ayudaría a ninguno de nosotros si me asustaba. Y no, no beneficiaría a Talia si la hiciera sentir mal acerca de toda esta situación. Necesitaba ser comprensivo y aceptar, porque ella no podía controlar esto más de lo que yo podría.
—¿Puedes contarme más sobre las personas que susurran, Talia? Quiero decir, ¿por qué piensas que están muertos? ¿Qué hicieron o dijeron para hacerte pensar eso?
—Hmm.