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Reece
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Mientras observaba, mi Pequeño Conejito estaba cambiando. Comenzó a brillar con una luz azul brillante y reluciente. La luz solo relucía porque en su interior tenía motas de polvo dorado que reflejaban la luz a nuestro alrededor.
Pero eso no fue todo lo que cambió en mi Pequeño Conejito, ni mucho menos. Ella se volvió mucho más hermosa. Era radiante y parecía una Diosa. Eso era todo lo que podía describir. Literalmente parecía una diosa que había descendido para caminar con nosotros, simples mortales.
Y para agregar más, tenía alas delgadas y casi transparentes en su espalda que habían brotado de ella. Parecía que estas alas se habían formado de esas delgadas líneas moradas, azules y doradas que tan ligeramente marcaban su espalda. Las alas eran más como las que esperarías ver en un dragón que en una Diosa. Aunque, de todos modos, no pensé que las Diosas tuvieran alas, eso también era algo nuevo para mí.