"Reece
—Estaba allí, anonadado, viendo a mi esposa abrazar a otro hombre. Este era un hombre por el que había llorado, al que había suplicado que no muriera, que no la dejara. Debería estar celoso, excepto que yo había hecho lo mismo. Vicente era demasiado buen amigo para perder. Así que, solo por esta vez, no iba a enfadarme porque ella lo estaba abrazando de esa manera.
Sin mencionar, estaba el hecho de que Trinidad acababa de salvar la vida de Vicente. Eso no era nada nuevo. Lo había hecho muchas veces antes. No, lo diferente esta vez, era la luz que salía de ella cuando lo hizo.
—De alguna manera, por alguna razón, mi Pequeño Conejito era diferente. Algo en ella había cambiado en los últimos minutos, pero no sabía qué era. Se veía igual. Tenía el mismo pelo marrón caoba oscuro, los mismos ojos de triple color que nunca fallaban en poner una sonrisa en mi rostro. La misma suave, clara y pálida tez que la hacía ver etéreamente hermosa. Todo era igual.