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Trinidad
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—¿Cómo supiste dónde estábamos? —le pregunté. Por alguna razón, esto hizo que Reece se burlara. Se inclinó hacia adelante, poniendo una mano a cada lado de mí en el borde de la fuente donde estaba sentada. Acercó su cara a la mía antes de meter la nariz en mi cabello.
—Podría haber rastreado tu marca, pero así como estoy seguro de que notaste mi olor en cuanto entré al centro comercial, pude rastrearte por el tuyo. —me gruñó al oído.
—Entonces, ¿venir aquí no nos habría ocultado a las personas que nos perseguían? —le pregunté.
—No, te habría escondido de ellos, pero no de mí. —sonrió—. Tu olor es más fuerte para mí que el de cualquier otra persona, como estoy seguro de que el mío es más fuerte para ti. Asentí con la cabeza, no había razón para no hacerlo.