Reece
"¿¡Dónde demonios está ella?!—grité al brillante rectángulo que era la puerta. Se había cerrado detrás de mi Pequeño Conejito después de que ella nos dejara aquí. ¿Cómo podía simplemente irse así? ¿Cómo podía hacerme esto a mí? "¡Trinidad!—grité a la puerta—. "¡Trinidad!"
Había intentado seguirla varias veces después de que desapareció, solo para ser arrojado hacia atrás varias veces hasta que la puerta se cerró. Estaba frenético, asustado y perdido sin ella aquí conmigo. Ahora mismo, estaba de rodillas frente a la puerta, esperando y rezando para que ella volviera a mí en algún momento pronto.
"Trinidad.—golpeé el suelo con mi puño mientras decía su nombre—. "Trinidad. Trinidad. Trinidad."
"¡Reece!—escuché la voz de Vicente llamándome, pero lo ignoré—. "Trinidad."
"¡REECE!—me volvió a gritar, pero esta vez me agarró del hombro y me apartó—.
"¿¡Qué?!—le grité—.
"Recupera la compostura, Reece."
"¿Cómo puedo hacerlo? Ella se ha ido. Ha desaparecido."