—Reece
—Sé que la llamada de Gloriana puso a mi Pequeña Conejita en vilo —comenzó Reece—. Estaba preocupada por lo que estaba a punto de suceder, y si esta era la batalla predestinada que ya se estaba preparando para comenzar. Yo estaba allí con ella, preocupándome por ello. Pero hasta que supiéramos con certeza, no había nada que pudiéramos hacer.
—No nos concentremos demasiado en eso —Tomó su mano, aún envuelta en el silencio de sus escudos—. Hasta que sepamos con certeza, no hay razón para entrar en pánico. Esto podría ser solo algo que sucedió en la corte y no el enemigo que estamos esperando.
—Sí, lo sé —Me miró mientras sostenía su mano y me sonrió—. Haré lo mejor que pueda.
—¿Mamá? —Rika, que parecía ser sensible a las emociones, llamó a su madre—. ¿Mamá triste?
—No, Rika, mamá no está triste —La Pequeña Conejita se giró entonces y besó a nuestra pequeña en la cabeza—. Mamá solo está pensando, eso es todo.
—Mamá sonríe —Rika sonrió cuando vio la cara de Trinidad ahora.