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Reece
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Me sorprendí cuando Pequeño Conejito me llamó mientras hablaba con mi mamá, pero nunca venía a mí por voluntad propia, así que supe que tenía que ser importante.
—Reece, necesito hablar contigo. Su voz sonaba nerviosa pero aún fuerte.
—¿Qué? —espeté cuando salí al pasillo—. Estaba preocupado de que hubiera escuchado mi conversación anterior.
—Ah, no sabía que estabas allí abajo. Parecía tensa.
—¿Qué necesitas, Pequeño Conejito?
—Bueno, tengo una mala noticia. Claramente no quería decirme qué estaba pasando. Arqueé una ceja con recelo antes de mirar al suelo y suspirar.
—Está bien, pasa. —Abrí mi puerta y la invité a pasar—. Parecía nerviosa, como si no fuera a entrar al principio. Realmente tenía miedo de mí, bueno. —¿Vienes o no? —gruñí desde adentro—. Ella tomó aliento y me siguió.
Me dejé caer en la esquina del sofá y la observé nadar, buscando en la habitación un lugar donde sentarse. ¿Era tan malo sentarse junto a mí?