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Trinidad
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Reece había estado trabajando en la habitación de los bebés todos los días durante unas dos semanas. Había venido a comer conmigo en cada comida, pero aparte de eso no había hecho nada. Noé había estado quejándose porque tenía que hacerse cargo de más cosas mientras Reece estaba ocupado con otras cosas.
El décimo día de su pequeña fiebre de decoración estaba en el punto en el que intentaba fabricar cunas caseras para los bebés. Apreciaba el esfuerzo, pero pensé que se estaba pasando un poco. No era carpintero ni nada por el estilo. Era un Alfa, un hombre de negocios y un Rey. Sin mencionar que era mi compañero. Tenía que enfrentarse a la realidad de que tenía que renunciar a esto.
Justo antes del mediodía estaba en la biblioteca leyendo cuando me sorprendió ver a Junípero aparecer sin previo aviso. Asomó la cabeza en la habitación y sonrió.
—Hola tú. Abrió la puerta del resto del camino. —Te estaba buscando.