—Esperaba que mi papá estuviera en lo cierto —Emmalee suspiró—. Que el hombre que había olido estuviera en la manada en alguna parte. Nunca antes había olido algo así. Su aroma era embriagador, maravilloso, increíble, y se había ido.
—Recorrí la manada durante días y no pude encontrarlo —ella sollozó—. Incluso dejé de ayudar tanto con la enorme fiesta. Solo quería encontrar al hombre que había desaparecido. ¿Por qué había desaparecido?
—Me sentía deprimida, tanto que mi familia estaba preocupada por mí —Emmalee se mordió el labio—. Estaba de vacaciones de mis clases hasta que comenzara el próximo semestre en enero, así que todo lo que hacía era deambular por la casa.
—Un día, mi mamá vino a intentar sacarme de mi tristeza.
—¡Emmalee! —me reprendió mientras pasaba el día mecánicamente—. Necesitas dejar de hacer esto.
—¿Qué mamá? —le pregunté, confundida sobre qué había hecho mal justo ahora.
—Este lamento incesante —me miró con enfado.