—¡Esto terminará cuando yo lo diga! —Edmond me gritó—. ¡Y ni un puto minuto antes, desagradecido mocoso! Si no fuera por mí y mis experimentos, tú no existirías. Recuerda eso. Recuerda que todo gracias a mí es que tienes una oportunidad en la vida. Y necesitas recordar que soy yo quien puede quitarte todo eso. Te di la vida y soy más que capaz, y sin duda más que dispuesto a quitártela. —Su perorata finalmente llegó a su fin, junto con ese tono de superioridad que siempre usaba. Ahora era un necio parlanchín que había perdido su dialecto adecuado. Mmm, tenía otros defectos, era bueno saberlo.