—Trinidad —El tenue control que tenía sobre sí mismo debió de haberse roto. Rugió en mi boca mientras se movía. Sentí como empujaba sus jeans hacia abajo y los apartaba. Su erección fue liberada, presionando contra mí sin barreras ahora. El calor que desprendía era casi suficiente para derretir mi cuerpo que ya estaba empapado.
Ahora que no había barreras que nos separaran, se movió de nuevo, colocándose justo en mi entrada.
—Última oportunidad para decirme que pare —Su voz salió a través de sus dientes apretados, parecía estar perdiendo lentamente la capacidad de hablar.
—No pares, Reece —Le supliqué—. Te necesito. Ahora —Le insté, rogándole que continuara, que siguiera adelante.
—Trinidad —Su voz tenía urgencia, pero también sonaba como un agradecimiento.