—¿Hola? —pude notar el escepticismo y la incredulidad en mi propia voz mientras saludaba al misterioso llamante. Realmente no podía ser ella. ¿O sí?
—Hola Dayton, soy Trinidad Gray. —En ese momento, mi corazón comenzó a latir tan rápido que probablemente hacía un ruido muy parecido al de las alas de un colibrí. Tenía que ser algo grave, esa era la única excusa que mi cerebro podía encontrar. —Tenemos un problema y necesitamos tu ayuda. —Lo sabía. Algo había pasado. Algo estaba sucediendo en nuestro mundo, y en el de los humanos, que no era nada bueno.
—¿Qu... qué es, Reina Trinidad? ¿Cómo puedo ayudar? Estoy a su disposición. —Mientras hablaba titubeante, me apresuré a reunir mis pensamientos y llegar a un lugar que fuera más propicio para tomar notas. Estaba seguro de que terminaría con una lista de cosas por hacer.