—Pasé otros treinta minutos hablando con el hombre que estaba sentado en la sala de retención —le pregunté repetidamente sobre las personas que le habían ayudado con esas bombas. ¿Dónde había conseguido los materiales para hacerlas? ¿Por qué estaba atacando la escuela? ¿Con quién trabajaba? ¿Dónde estaba su cuartel general? Y muchas más.
Le hice todas estas preguntas varias veces, pero él aún se negaba a hablar. Era de labios apretados y se mantenía en silencio. Eso no quiere decir que fuera lo suficientemente valiente para no hablar. Estaba asustado, eso era fácil de decir. Y cuanto más revelábamos acerca de lo que sabíamos sobre él, más asustado parecía estar.
Simplemente no importaba, sin embargo. Aunque ya había podido deducir mucho sobre él, todavía no hablaba. Sabía que necesitaba un descanso. Necesitaba salir de esa habitación. Necesitaba un respiro antes de volver a hablar con ese hombre.