—En este momento estaba con Junípero en la guardería —empecé—. Ambos estábamos tratando de averiguar qué íbamos a hacer aquí. Y ambos estábamos tan tristes por el mural que habían pintado para los cuatrillizos. Era una obra maestra que Junípero había hecho para nosotros, y me dolía verlo desaparecer. Quería hacer algo con él aparte de simplemente pintar sobre las imágenes.
—Creo que, al final, íbamos a cortar una sección de la pared para que pudiera ser retirada con el mural intacto —continué—. Podríamos colocarlo en otro lugar de la torre real. Quería asegurarme de tenerlo para siempre. Ese fue un momento especial para nosotros, y no cambiaría la sorpresa de aquel día del parto por nada en el mundo.