Fue como si Olivia pudiera oírlo, y sus labios se curvaron hacia arriba, revelando una hermosa sonrisa que estaba grabada en sus corazones.
—¿Sabías?
Emilia no pudo contenerlo más y dijo:
—¡Cuando Olivia tenía cuatro años, seguía preguntándome por qué no tenía padre!
—Le mentí y le dije que tú eras un héroe que estaba luchando en Indiana, protegiendo al país.
—¡Cuando cumplió cinco años, envidiaba a otros niños que tenían padres!
—Cuando cumplió seis, quería aprender a escribir para poder escribirte cartas!
—Luego, cuando cumplió 7, las escribió con sílabas y puntuación antes de pasármelas para que pudiera enviárselas.
—Este año, encontró esas cartas dentro del armario. No envié ninguna de ellas porque no quería que te preocuparas por nosotros.
—Pero, nunca me culpó por eso. Ella siguió escribiendo las cartas y aún me las pasaba. Siempre pedía a su padre cuando se quedaba dormida.
—¡Esto es porque tú eras su pilar de fuerza!