—Caña pidió un beso de ella y un piquito en la punta de su nariz no era un beso... —Iris se sintió un poco decepcionada.
—Iris siguió a Caña hasta la puerta, una vez que habían terminado su desayuno, que se sumergió en un cómodo silencio.
Afuera, Hanna había estado esperando a que Caña se fuera, para poder acompañar a su señorita todo el día. Sabía que el comerciante vendría, por eso el alfa no le permitía salir, lo cual Hanna pensaba que era algo bueno, porque tampoco le gustaba el comerciante y solía aparecer de la nada frente a su señorita, muy a menudo. Así, sería seguro que su señorita se quedara dentro.
—Sé buena, no salgas —dijo Caña antes de dejarla en el dormitorio.
—Vale —murmuró Iris—. Jugaba con sus dedos y antes de que Caña se diera la vuelta y abriera la puerta, ella se puso de puntillas para besar sus labios.