Marte presentaba un aspecto sorprendentemente familiar, casi como un reflejo de la Tierra. Un vasto océano rodeaba un único supercontinente, evocando imágenes de la antigua Pangea.
Enormes bosques, donde los árboles se alzaban a cientos de metros, pululaban de vida vegetal y animal. La mayoría de las criaturas eran de proporciones gigantescas en comparación con cualquier ser terrestre. Estas bestias eran especies nuevas, insólitas en ese mundo, y poseían una fuerza física extraordinaria capaz de eclipsar incluso a la maquinaria moderna.
Aunque algunas especies eran diminutas, apenas del tamaño de un cachorro, otras eran colosales, alcanzando alturas superiores a los 20 metros. En medio de esta variada fauna, destacaban ciertas criaturas como monarcas en un dominio salvaje. Estas eran las de mayor rango.
Contemplando Marte desde su perspectiva, Chris intuyó que era suficiente.
Siguiendo la jerarquía de poderes del mundo de Zeley, existían rangos mortales del 1 al 10, donde el décimo nivel representaba la trascendencia. Más allá de ese punto, se hallaban los niveles trascendentes del 10 al 15, que marcaban un límite mortal. En cuanto a los semidioses, ocupaban un estado intermedio entre la mortalidad y la divinidad, marcando una clara diferencia con los mortales.
"En lo que respecta a las criaturas que ahora pueblan Marte, solo alcanzan el rango 7, lo cual es impresionante considerando que este mundo solo tiene 120.000 años. Si deseo engendrar seres más poderosos, debo aguardar a que las leyes físicas pertinentes evolucionen y permitir que las almas de los seres vivos influyan gradualmente en el mundo."
"Creo que ha llegado el momento de erigir esta nueva ley del universo."
Movido por esta reflexión, Chris comenzó a manipular sus poderes divinos, fusionando nuevos conceptos hasta entonces inexistentes. Estos conceptos eran creaciones de un dios, realidades que no tenían existencia natural.
La premisa que guiaba estos nuevos conceptos daba origen a un subespacio paralelo dentro de la misma dimensión, una nueva capa atada al tejido del universo. Como dios, no había límites para su acción siempre y cuando dispusiera del suficiente poder divino: podía transformar el blanco en negro y alterar las reglas de la realidad.
Si bien Chris era un dios joven y su fuerza palidecía ante aquellos dioses milenarios, tenía el poder de generar un subespacio completamente desvinculado de las reglas tridimensionales del universo. Era como añadir tres dimensiones físicas adicionales al espacio, pero inaccesibles por medios convencionales.
Con este espacio adicional, las distancias en el universo se volvían prácticamente insignificantes siempre que uno tuviera acceso. A pesar de que, para los mortales, viajar a otra galaxia sería imposible debido a las inmensas distancias, al agregar más dimensiones y recorrerlas, se podía sortear esta barrera teóricamente insuperable con solo unos pocos movimientos en esas dimensiones adicionales.
"Ahora que he empleado suficiente poder divino para agregar este nuevo espacio físico, es hora de erigir mi dominio divino."
El dominio divino era un espacio físico donde la divinidad de un dios se desplegaba, condensada físicamente y ejerciendo un control absoluto sobre dicho espacio. Los dioses en el mundo de Zeley poseían dominios divinos en varios planos de existencia, abarcando áreas de alrededor de 100 millones de kilómetros cuadrados; los dioses más poderosos, claro está, tenían dominios divinos que se extendían por billones de kilómetros cuadrados.
Sumido en estas consideraciones, Chris cruzó la barrera del espacio, ingresando al nuevo espacio tridimensional.
Luego, recurriendo nuevamente a las leyes del tiempo en su propio beneficio, comenzó a desplegar su divinidad, extendiéndola sobre un área inmensa.
El estado de desarrollo del dominio divino no podía lograrse de manera instantánea. El dios debía extender su divinidad y abarcar un vasto territorio, después de lo cual debía invertir miles de años en condensar sus leyes en cada fibra del espacio del dominio, transformándolo en un ente mágico y divino.
Dentro del dominio divino de un dios, este se tornaba objetivamente omnipresente y omnipotente. Con un simple pensamiento, podía alterar la realidad misma sin costo alguno en términos de poder divino, creando objetos de la nada, modificando toda el área y estableciendo las leyes que deseara.
La única restricción era que lo que se creara en el dominio divino solo podía existir dentro de él; no se podía crear materia sin costo alguno y luego sacarla de ese dominio.
El tiempo transcurrió mientras Chris condensaba las leyes en su dominio. A pesar de que desde la Tierra parecía haber transcurrido apenas un año, para Chris habían pasado 400.000 años mientras trabajaba en la consolidación de su dominio divino.
Este lapso temporal era sencillamente incomprensible para cualquier mortal; incluso los semidioses solo podían concebir esa cantidad de tiempo como una fantasía. Chris, en su condición de nuevo dios, experimentó este inmenso período temporal de manera directa, enfocado por completo en su labor sobre el dominio divino.
Si fuera un ser humano común y corriente, aun si su vida se prolongara físicamente durante tanto tiempo, su mente y su fuerza mental sin duda se habrían desmoronado hace mucho. No obstante, como un verdadero dios, era prácticamente inmortal, manteniendo su claridad mental y su determinación sin importar cuánto tiempo pasara.
Los dioses tenían almas forjadas en el fuego divino, entrelazadas con las auténticas leyes cósmicas, por lo que sus mentes nunca se turbaban ni se sumían en el caos. Sus recuerdos perduraban y su conciencia quedaba inscrita eternamente en sus almas divinas.
Gracias a esta realidad, los dioses trascendían el tiempo. Este dejaba de ser una medida o un contador para ellos, convirtiéndose en un concepto que a menudo preferían ignorar, ya que transcurrir un día o un millón de años no marcaba gran diferencia si no había un propósito específico que los moviera.
De repente, Chris abrió los ojos, consciente de que su dominio divino estaba completo. Revocó las leyes temporales que lo habían acelerado para regresar al tiempo terrestre. Luego, con un simple pensamiento, condensó en su dominio divino nuevas leyes imposibles que nacían de la naturaleza.
Estas nuevas leyes se manifestaron en un concepto denominado "Sistema".