"¡¡Tomaste mi hotspot!!".
Onee-chan entró furiosa en mi habitación. Me había descubierto. ¡Pero lo devolví…!
Mi mente se quedó en blanco por el miedo. ¿Qué pasaría ahora?
"¿Qué estás haciendo, mantenida? Papá y mamá se van a enfadar con esto. Sé que te has estado moviendo a escondidas con un smartphone", dijo arrebatándome el teléfono de las manos.
Hice todo lo posible por resistirme, pero una chica de primaria es mucho más débil que una de secundaria.
Ella lo tomó fácilmente.
"¡Devuélvelo, devuélvelo!".
"Ehh, ¿Es tan importante? Oh, ¿Qué es esto? ¿Charlando con un chico? Chica impertinente de escuela primaria".
Miró la pantalla y se burló.
"¡Devuélvelo!".
Lo intenté alcanzar, pero ella lo mantuvo fuera de mi alcance porque yo era bajita.
"¿Lo quieres de vuelta? Hmph, entonces tal vez perder esto te enseñe una lección".
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
¿Qué hará ella?
El teléfono era la única conexión entre Shuu-san y yo.
¿Iba a romperlo?
"Por favor… te lo ruego… haré todo lo que digas, así que detente", le supliqué.
Pero me miró fríamente y salió corriendo de la habitación.
La perseguí.
Pero no pude atraparla.
Y entonces, tiró el teléfono sobre el hormigón de la entrada justo delante de mí.
El teléfono se rompió.
"Ahora ya no puedes hacer nada malo", prácticamente escupió. Lo recogí frenéticamente.
No se encendía.
"Onee-chan, ¿Por qué…?". La miré mientras acunaba el teléfono, con la mirada fija: "¡¡Te odio!!".
Salí corriendo.
"¡Oye, a dónde vas, es peligroso!". Gritó desde la puerta, pero la ignoré. Ya no quería estar aquí.
Nunca volvería. Me iría a un lugar lejano, donde nadie me encontraría. Sin paraguas para protegerme de la lluvia torrencial, corrí por las calles.