—Ves repitió la breve excursión con cada técnico jefe recalcitrante —dijo ella—. Cada vez, ordenaba a Ketis que los arrojara a la boca de Qilanxo, quien escupía a los compañeros aterrorizados después de un minuto imaginando todo tipo de horrores.
A pesar de devolverlos ilesos, su espíritu y confianza se rompieron esencialmente. El trauma de residir dentro de la boca de un monstruo gigante se imprimió en sus mentes. Las palabras de despedida de Ves tampoco les ayudaron a superar su calvario.
Cada vez que regresaban al campamento, Ves les daba palmaditas en el hombro con una amistad fingida —dijo ella—. "Espero no volver a escuchar quejas sobre ti. Si lo hago, entonces no me culpes por arrojarte de nuevo en la boca de Qilanxo. Ella se está comportando bien por ahora, pero no olvides que ella come nativos de desayuno, almuerzo y cena. Hay una posibilidad de que se confunda y te tome por un refrigerio. Ruego que no te pase a ti, pero nunca se sabe."