En la Era de los Mechas, el mayor honor que un niño pequeño podría recibir era saber que tenía el potencial de convertirse en un piloto de mechas. La sociedad elevaba a tales potentados y les otorgaba muchos privilegios para facilitar su habilidad para pilotar un mecha.
Sin embargo, no todos los padres querían que su hijo se convirtiera en un piloto de mechas. Teniendo en cuenta las inmensas bajas que sufrió la República después de cada guerra contra el Reino, se formó un creciente movimiento subterráneo entre las madres que deseaban que sus hijos nunca tuvieran que enfrentarse a otro mecha en el campo de batalla.
¿No sería mejor si su hijo se quedara en casa y asumiera un trabajo mundano en lugar de desperdiciar su vida por una causa sin sentido? A medida que nuevas vidas florecían en sus vientres, estas madres harían todo lo posible para ver a sus hijos vivir una vida larga y plena.