La manera en que Melinda consiguió la victoria parecía cómica, pero finalmente resultó bien. Nadie sabía si decidió hacer rodar el PicoNegro por capricho o por cálculo.
Incluso Melinda no sabía cómo responder a esa pregunta. En ese momento, había entrado en un estado altamente inmersivo en el que los límites entre ella y la mecha se habían difuminado. Incluso cuando salió de su cabina, un enjambre de periodistas trató de preguntarle cómo se le ocurrió la idea.
—¡Me golpearon en la cabeza y decidí dar una vuelta! —gritó al azar y se abrió camino entre la gente molesta para dirigirse a las duchas.
Su respuesta se convirtió en noticia de portada junto con un recuento del duelo. Varias publicaciones le dieron su propio giro.
Algunos lo vieron como una lucha clásica de David contra Goliat. Pilotando una mecha de menor rendimiento, Melinda hizo todo lo posible para aguantar hasta el final, donde encontró una oportunidad para alterar el equilibrio entre el Pico Negro y el Havalax.