Carlos retrocedió y observó su último trabajo terminado. El Marc Antony Mark II brillaba como una nueva joya reluciente. Parecía ser su mejor trabajo hasta la fecha. Lástima que todavía le faltara la habilidad y la destreza para igualar a las mechas de etiqueta dorada.
Raella silbó impresionada mientras cojeaba hacia él masticando una barra de nutrientes. —Es realmente impresionante verte crear una mecha de la nada. ¿Cuánto cuestan de todos modos?
—El corredor de mechas de nuestra empresa las está vendiendo actualmente por veintiocho millones de créditos. Solía ser treinta millones, pero los modelos no han resultado ser muy populares a ese precio.
Aunque veintiocho millones de créditos sonaba respetable, Carlos sabía que no era suficiente. La Corporación Mech Viva necesitaba acumular miles de millones de créditos para establecer una línea de producción completamente madura, así como adquirir las licencias necesarias para diseñar y fabricar un modelo de mecha de nueva generación.