Mientras Ves conocía mejor a Raella, Melkor seguía siendo un enigma. A pesar de que sospechaba que Raella conocía su historia, su prima cerró obstinadamente la boca cuando Ves envió una sonda.
—La historia de Melkor es suya para contarla. No quiero meterme en su lado malo —explicó Raella mientras temblaba de manera exagerada—. Cuidado con los callados.
Durante todo el viaje, Ves sólo recogió un par de pistas que arrojaron un poco de luz sobre Melkor. Primero, no había perdido la costumbre de comportarse como un oficial militar al principio. Dejó de moverse de manera rígida cuando atrajo demasiados ojos. Un guardia no debería atraer demasiada atención, después de todo.
En segundo lugar, Melkor nunca retiró su visera. Ves casi juró que su primo mayor incluso se duchaba y dormía con la visera puesta. Su gran pero elegante apariencia señalaba su increíble origen. Ves ni siquiera había visto un gadget de alta gama en la República Brillante.