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Todo era negociable. Aunque al remanente amplificado de la espiritualidad del Profeta Ylvaine no le gustaba residir en la mente de un no creyente, de todas formas poseía sus propios deseos y necesidades.
Aprovechando su sabiduría limitada, Ves mostró al fragmento espiritual una imagen del mecha que planeaba diseñar e insinuó que residiría en los mechas que pretendía fabricar.
La negociación procedió en gran medida según lo que él esperaba. Se sentía como un padre instando a un niño a esperar a que un pastel terminara de hornearse.
Mientras el fragmento espiritual esperara un tiempo, podría residir en un hogar mucho mejor que su mente o la envoltura de paquete de nutrientes vieja de Ylvaine.
Aunque Ves aún no había embellecido su apariencia externa, su diseño preliminar ya lucía mil veces más impresionante que cualquier cosa que el fragmento espiritual hubiera visto jamás.
Le costó poco esfuerzo convencer al fragmento espiritual de quedarse quieto y ser paciente.