—¡Eres un estúpido, niño! ¿Tienes alguna idea de lo que has traído a este planeta? —era la primera vez que Ves veía a Calabast perder el control de su impecable compostura. No tuvo que pensar mucho ni adivinar para determinar que la mujer estaba furiosa.
Lo que Ves encontró más alarmante era que su máscara de inocencia no funcionaba con la astuta espía. No importaba cuán despistado parecía, no podía hacer nada ante las pistas que Calabast había unido. ¡Este era un defecto fatal que Ves no había considerado completamente!
Ves se quitó la máscara al ver que no le servía de nada. Un cambio sutil en su comportamiento lo invadió. Ya no parecía manso.
—Tenía que hacer lo que necesitaba para diseñar mi próximo mecha —dijo con poco remordimiento.
—¡VES! —Calabast rugió—. Si querías obtener una reliquia tan desesperadamente, ¡al menos avísame para poder planificar tu robo adecuadamente!
Ves cruzó sus brazos.